Recuerdo sin sentimiento

Hoy he visto tus recuerdos en mi alma y no he sentido dolor. He escudriñado de la manera más salvaje aquéllas flores bermellón anidadas en las profundidades de un mar tranquilo como mi corazón. Me siento algo villano, más gris; es dureza, quizás, deterioro de la inocencia. Ya no miro con amor ni paciencia. Mis labios apuestan a la descortesía y a la sapiencia vil, pero elegante. Mi única creencia, el ser fiel amante; sin tregua ni acuerdo franco. A la puerta de tu alma un barranco delante y brazas hacia el otro lado.

Las coincidencias más utópicas huelen a fracaso. Ahora tu sangre y la mía no son compatibles. Ahora sonrío con cierto pecado y tú te enmascaras siendo prudente. Soy consecuente con lo que hago pero pareces negarlo. La coherencia te atormenta como si quisieras siempre arriesgar a medias o lo suficiente para sufrir un poco y estar tranquila después.
No sabes lo que significa la vida y aún así deseas morir. ¿Quién sabe lo que significa vivir? Estoy aprendiendo a saberlo. Estoy con un manojo de palabras sin saber cómo ordenarlas para volver a empezar. Una alondra entra por mi ventana y se anida en el techo. La brisa deteriorada de tu lindura aún divaga por las esquinas de la habitación. Con la sábana a la mano, arrojo ésta contra el ropero añil, pero como alfil a punto de ser devorado por la reina; huye hacia la otra esquina. El ave se retira a los penosos escombros de su soledad, en la penumbra tejida por su falsa belleza. Cierro la ventana y con ello, el adiós a la noche y a su bestia.
Indoloro ante su partida, me acuesto sobre la cama y miro al techo después. Aún huele a nuestra última vez. Huele a mi cuerpo sobre el tuyo en una danza frenética a la que denominamos amor. El clamor de nuestros cuerpos en llamas, la humedad contagiante de estar dentro de ti. Ahora lo recuerdo y nada dentro de mí se estremece. Ya no me enternece. Lo único tuyo que me pertenece es lo que guarda mi memoria. Sin embargo, quiero un amuleto, un talismán que me guíe fuera del zaguán de tu recuerdo.
No hay más sonrisas mágicas. Adiós al conjuro que prodigaste eterno, yo perjuro amarte también. Mi mirada hacia el sol y si tus penumbras quieren detenerme, pienso moverme lejos de ti. Sin reverencias para brindarte mi mano mordida por tus prejuicios, los auspicios de mis nuevas creencias y fe.
Hoy has visto mis recuerdos en tu alma y has sentido dolor. Has escudriñado, quizás, de la manera más salvaje las pocas flores bermellón anidadas a tu alicaído corazón. Debes sentirte algo villana y gris; mientras aquí, un recuerdo sin sentimiento se despide del matadero.
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Zejo

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